viernes, 30 de octubre de 2009
miércoles, 28 de octubre de 2009
Hay que tener cuidado jajajaja.
letrero:
"Prostíbulo de las Hermanitas de la Caridad, 1 Km."
Al tipo le pica la curiosidad, y se dirige hacia allí
Llega a un antiguo convento, adonde hay un letrero que dice:
"Bienvenido al Prostíbulo de las Hermanitas de la Caridad."
El tipo estaciona, llama al portón y le abre una
monjita muy coqueta, quien en silencio lo hace pasar
En un pasillo se encuentra otra monjita suculenta con
una cestita, y un letrero en la mano que dice:
- "Deposite 100 pesos en esta cesta, y diríjase a la
puerta del fondo".
El tipo mete en la cesta los 100 pesos, y se va muy
caliente hacia el final del pasillo, donde hay una
puerta.
La abre y... ¡¡¡Oh sorpresa!!! Se encuentra en el
estacionamiento, donde dejó su auto.
Allí hay un rutilante letrero que dice:
"A usted se lo acaban de coger las Hermanitas de la
Caridad. Vuelva pronto y que Dios lo bendiga".
lunes, 26 de octubre de 2009
Esto me lo encontré en el periódico de hoy y me pareció magnifico jajajaja y pienso: "Dios porque no me diste una abuela así chinga!!!!!"
EL UNIVERSAL
LUNES 26 DE OCTUBRE DE 2009
TZANEEN, Sudáfrica.— La fiebre por el Mundial de futbol se ha extendido hasta las abuelas sudafricanas, con cientos de mujeres pobres y ancianas con delantales y faldas luchando por un balón en partidos que se juegan en diversos distritos.
Dos veces a la semana cambian las labores domésticas por el futbol y se ponen para jugar tenis en lugar de sus usuales sandalias de plástico.
Las edades de las 35 mujeres del equipo Vakhegula Vakhegula —que significa abuelitas en el dialecto local, Xitsonga— van desde los 40 hasta más de 80 años. Las mujeres viven en un distrito ubicado cerca de Tzaneen, a 600 kilómetros al norte de Johannesburgo.
La competencia es feroz entre los ocho equipos de la región y las mujeres dicen que el futbol es el mejor ejercicio, mucho más que el trabajo en sus casas y en los campos. “Me gusta jugar al futbol porque nos ayuda. Estábamos enfermas, pero ahora nuestra temperatura, nuestra presión sanguínea (...) han disminuido (...) incluso nuestros doctores están maravillados cuando vamos a un chequeo”, dijo Nari Baloyi, de 47 años y una de las más jóvenes del equipo.
Nora Makhubela ha sufrido seis ataques cardiacos; empero, esta bisabuela de 83 años dijo que patear el balón por la cancha le había dado una fuerza que no creyó que aún tuviese. “Mi vida realmente ha cambiado (...) Si tuviera que correr con usted le ganaría”, dijo sonriendo.
Nuevo propósito
Makhubela sueña con vivir lo suficiente para ver la Copa del Mundo de Sudáfrica, que comienza el 11 de junio del 2010.
“Rezo todos los días para que Dios me mantenga viva hasta el 2010. Realmente me encantaría ver los partidos”, dijo.
El equipo se ha propuesto jugar un partido preliminar antes de uno de los encuentros de la primera ronda del Mundial y dijo que las autoridades nacionales del futbol les habían respondido que considerarían la idea.
La trabajadora social Beka Ntsanwisi sostiene que comenzó el equipo hace tres años para ayudar a las mujeres mayores a ejercitar todas las partes de su cuerpo y darles un nuevo propósito en la vida. “Algunas de ellas ni siquiera podían caminar bien y si hacían algo en su tiempo libre, tejían o cosían y estaban sentadas todo el tiempo (...) aquí corren, gritan, pelean contigo (...) las mantiene jóvenes”, señaló.
“Me olvido de todo”
El entrenador David Maake dijo que trabajar con las mujeres le había dado mayor satisfacción que cualquier otro trabajo como director técnico. “Con chicos jóvenes necesitas más dinero (...) aquí, puedo venir estresado (...) pero me río tanto que me olvido de todo”, afirmó.
Al equipo le falta el financiamiento apropiado y cada mujer colabora con alrededor de un dólar al mes para comprar balones y equipo de viaje para su competición bianual con equipos de otras regiones.
Ntsanwisi, que usa su propio dinero para ayudar a financiar los equipos, tiene la esperanza de lograr atraer algún día a los patrocinadores. Mietras tanto, decenas de aficionados locales apoyan los partidos de las abuelas, animando y soplando vuvuzelas (ruidosas trompetas de plástico que crean una cacofonía usada en el fútbol sudafricano). “Me siento bien cuando (las abuelas) juegan al fútbol para poder estar en forma y fuertes”, dice Chamelius Bayani, una joven de 13 años que asiste a los partidos.
Ganar parece ser algo secundario. Algunas de las abuelas juegan después de un largo día de trabajo doméstico. La mayoría llega directamente a la prácticas después de hacer la limpieza de sus casas, de cocinar o de vender alimentos en las calles.
“Estaba demasiado gorda (...) ahora puedo correr y enseñar a mis nietos y a los niños a patear un balón. Me siento muy bien”, concluyó Baloyi.