domingo, 6 de diciembre de 2009

Muerta la memoria solo queda el vacío del hoy.



En la tumba que es ahora mi memoria la veo a ella, a la que amé más que a nadie, más que al mundo, más que a Dios, más que a mis propias carne y sangre. La veo pudrirse en ella, en esa sanguinolenta herida de amor, tan próxima a mí que no podría distinguirla de la propia tumba. La veo luchar para liberarse, para limpiarse del dolor del amor, y sumergirse más con cada forcejeo en la herida, atascada, ahogada, retorciéndose en la sangre.

Veo la hermosa expresión de sus ojos, esos en los cuales solía ver el fulgor de mi estrella, y en los cuales ahora solo esta la lastimosa agonía muda, la mirada del animal atrapado. La veo abrir las piernas para liberarse y cada orgasmo es un gemido de angustia al cual solo le espera otro día mas, sentada en su asquerosa comodidad...