Cuando pienso ahora en el ardid por el que me libere,
cuando pienso que me vi libre de esa prision porque aquella a la
que amaba queria liberarse de mi, ¡que sonrisa triste,
desconcertada, perpleja, se dibuja en mi rostro! ¡Que confuso e intrincado
es todo! Sentimos agradecimiento hacia quienes nos apuñalan por la espalda;
escapamos de quienes nos ayudan; nos felicitamos por nuestra buena suerte,
sin pensar nunca que nuestra buena suerte puede ser un atolladero del que
no podremos salir. Corremos hacia adelante con la cabeza vuelta;
nos precipitamos a ciegas en la trampa.
Nunca escapamos, excepto para meternos en un callejon sin salida.
Henry Miller
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