domingo, 23 de septiembre de 2007


Cuando uno esta intentando hacer algo que supera su capacidad conocida, es inútil buscar la aprobación de los amigos. Los amigos están en su elemento en los momentos de derrota… por lo menos, esa es mi experiencia. Entonces, o te fallan por completo o se superan a si mismos. La pena es el gran vinculo… la pena y el infortunio. Pero, cuando estas poniendo a prueba tu capacidad, cuando estas intentando hacer algo nuevo, el mejor amigo puede resultar un traidor. La propia forma como te desea suerte, cuando sacas a relucir tus quiméricas ideas, es suficiente para desanimarte. Cree en ti solo en la medida en que te conoce; la posibilidad de que seas mas grande de lo que pareces es inquietante, pues la amistad se basa en la reciprocidad. Constituye casi una ley que, cuando alguien se lanza a una gran aventura, ha de cortar todos los lazos. Debe marcharse al desierto, y, cuando haya forcejeado consigo mismo, debe regresar y escoger un discípulo. No importa que el discípulo sea de poca calidad: lo único que importa es que crea implícitamente. Para que un germen brote, otra persona, otro individuo de la multitud, ha de mostrar fe. Los artistas, como los grandes dirigentes religiosos, muestran sorprendente perspicacia a ese respecto. Nunca escogen al que mas promete, sino siempre a una persona, oscura y con frecuencia ridícula.
Lo que me frustro en mis comienzos, lo que casi resulto una tragedia, fue que no pude encontrar a nadie que creyera en mí implícitamente, ni como persona ni como pintor. Necesitaba a alguien ajeno al círculo vicioso de falsos admiradores y envidiosos detractores.
Algunos hicieron todo lo posible por entender lo que me había pasado, pero carecían de la capacidad para percibir lo que yo estaba destinado a ser. La cabeza me rebosaba de ideas. Con la misma rapidez con que las anotaba, otras acudían en tropel. Al final llegue a ese punto en que abandonas cualquier esperanza de recordar tus brillantes ideas y simplemente te entregas al lujo de pintar los cuadros en la cabeza. Sabes que nunca serás capaz de recuperar esas ideas, ni un solo trazo de los maravillosamente ensamblados que se filtran por la mente como serrín derramándose por un agujero. En días así tienes por compañía al mejor compañero que jamás puedas tener: el modesto yo cotidiano, derrotado y fatigado, que tiene un nombre y que puede identificarse en los registros públicos en caso de accidente o de muerte. Pero el yo real, el que ha cogido las riendas, es casi un extraño. El es el que esta lleno de ideas; el es el que esta pintando en el aire; el es el que, si llegas a fascinarte demasiado con sus hazañas, acabara expropiando al yo viejo y agotado y adoptando tu nombre, tu dirección, tu pasado, tu futuro. Naturalmente, cuando sorprendes a un viejo amigo en ese estado eufórico, se niega a conceder inmediatamente que tienes otra vida, una vida distinta que el no comparte. Te dice con todo candor: ¨¿Qué? Estas de lo mas alegre hoy, ¿eh?¨ Y tu lo asientes con la cabeza pensando, jamás podrá dejarlo.






Sueño de salvación.

No hay comentarios: